Vol. 29 Núm. 1 (2022): Transitoriedad(s) - edición de publicación contínua

Edição TRANSITORIEDADE(S) da Revista de Psicanálise da SPPA

En 1915, al aceptar la invitación de la Sociedad Goethe de Berlín para colaborar en la producción de un volumen conmemorativo, El país de Goethe, Freud nos ha dejado un texto breve y provocador. En él, nos invita a realizar innumerables y oportunas reflexiones sobre los sentimientos en situaciones de duelo y melancolía, entonces vigentes, y que hoy son actualizados por las sensaciones que vivimos de espera continua e imprevisibilidad del retorno, por las sucesivas parcialidades de los progresos y, sobre todo, por el duelo reiterado y cotidiano.

 

El texto comienza con una hermosa frase: “No hace mucho emprendí, en un día de verano, una caminata por campos sonrientes en compañía de un amigo taciturno y un poeta joven, pero ya célebre (...)”. El joven poeta se decía triste frente a la constatación de que toda la belleza natural que los rodeaba y también la creada por los hombres estaban condenadas a perecer. En el camino opuesto al desconsuelo del poeta estaría la concepción de que nada podría destruir la belleza del mundo de nuestras sensaciones y, por lo tanto, la exigencia de inmortalidad. Freud reflexiona sobre esta perecibilidad y precisamente por ello encuentra admiración y encanto en la transitoriedad, en el ir y venir, en el eterno retorno, en la fruición estética por la fugacidad inherente a este movimiento: morir, renacer, brotar, crecer, desarrollarse, envejecer y volver a morir. Él concluirá entonces que sólo el afrontamiento del trabajo del duelo, presente en la transitoriedad de inusitadas experiencias, podrá liberar al individuo para el acto profundo de vivir y sus sucesivas reinversiones.


Entendemos que pueden surgir fructíferas reflexiones a partir de la percepción de la transitoriedad en todo lo que vivimos: el bien, lo bello y lo bueno; el mal, el repugnante y el siniestro. La transitoriedad en sus múltiples dominios de significado, yendo desde la suavidad, la delicadeza, la levedad, la fluidez, la tenuidad y pasando por la fugacidad, la celeridad, la inmediatez, la prisa hasta llegar a la perecibilidad. De esta manera, insertados en lo inesperado y en el violento que nos alcanza y que nos remite a nuestra inevitable soledad, dependencia, desamparo e impotencia ante la muerte, emerge el tema de las pérdidas, del duelo, pero que a la vez nos brinda con un sentimiento de renovación. Es necesario el invierno para que broten nuevas semillas. Es necesaria la muerte para que resurja la Vida. Como hizo Freud cuando también abordó el valor de la escasez de tiempo, hay en la transitoriedad una belleza que condensa la eternidad de un segundo. El tiempo, nuestro tiempo, se convierte en otro vértice de la potencial inspiración creativa.En esta condición de ir y venir, terminar y empezar de nuevo, ¿cómo pensamos y sentimos hoy la transitoriedad? ¿Qué entendemos y cómo nos arreglamos con esta percepción y vivencia? ¿De qué manera nuestro hacer Psicoanálisis, nuestro pensar la teoría dialoga, considera o se nutre de nuestras transitoriedades? ¿Y el repudio, la escisión, las extravasaciones indicarían límites de consideración por nuestro transitorio?

Publicado: 2022-04-20